domingo, 4 de noviembre de 2018

El regalo


El regalo


El final de año estaba siendo de lo más apacible, el frío no había dado señales de vigor hasta bien entrado el mes de diciembre.
Las navidades estaban a punto de llegar con su habitual parafernalia; regalos, compras de última hora, comidas de empresa... y familias intentando compensar a sus hijos con amor la falta de dinero.
El mismo día veintitrés, y con la escasa paga recién cobrada, Samuel y María fueron a comprar los regalos de los niños.
Llevaban unos meses separados, pero el nexo que formaban sus hijos, les obligaba a continuar haciendo algunas cosas juntos.
Miguel, el mayor de los tres, cumplía cinco años el día de Reyes, para este año, su padre se había decidido a comprarle el mismo coche teledirigido que tenía su primo, ese por el que todos los días peleaban, pero los cincuenta euros que el dichoso regalo costaba, volvió a generar una pelea entre el matrimonio.
—Estamos locos... cincuenta euros un coche
El padre recordó la conversación mientras se disponía a pagar los regalos de los tres niños, con la cartera temblando y haciendo cuentas de donde recortarían.
—¿El de Spiderman? – le había preguntado Miguel ilusionado cuando se lo comentó.
—Sí, ese – le había contestado Samuel aún con más ilusión.
—Vale papá, no quiero nada más que eso, pero que no venga sin pilas.
—No te preocupes, también las pediremos… Pero a ver si va a ser mucho y tus hermanos se van a quedar sin regalos.
—Yo les dejo mi coche.
Mientras envolvían los reyes de los niños, María le dijo:
—Sabes que en Enero nos faltarán por lo menos cien euros para acabar el mes, y ni mis padres ni los tuyos nos pueden dejar más. –María miró a otro lado para que Samuel no viera esas lágrimas que empezaban a fluir.
—Este año tampoco está haciendo mucho frío, si no enciendes la calefacción ni gastas mucho butano, creo que llegarás a fin de mes.
—No sé por qué te has tenido que ir de casa, podríamos haber seguido juntos; cada uno por nuestro lado pero juntos, así no pasaríamos lo que estamos pasando.
—Yo no podía seguir viéndote cada día… —dijo Samuel—. Sé que aún me quieres, y yo hace tiempo que no; te veo sufrir y te tengo demasiado cariño como para continuar viéndote así.
María a lagrima viva dio la razón a Samuel; el que la tranquilizó sin siquiera tocarla.
—Está bien —dijo María limpiándose las lágrimas—, nos apañaremos con el brasero, y bañaré menos a los niños. ¡Estamos locos… cien euros en regalos!

El día de Navidad, Papá Noel no pudo ir a casa de Miguel, que era el niño más feliz del mundo por no haber recibido nada; sabía que su coche de Spiderman estaba seguro. Sentado bajo el árbol miró a sus padres, cada uno sentado en un extremo del salón… y les dirigió una sonrisa.
*****
El día de los Santos Inocentes, Samuel no podía dejar de llorar mientras pedía un favor a un completo desconocido.
—¿Podría usted poner esto sobre la caja?... Son los reyes de Miguel.
Spiderman jamás salió del estuche, el coche nunca llegó a funcionar.
El juguete, huérfano de niño, quedó para siempre encerrado en un solitario nicho de un perdido cementerio. Miguel y María fueron enterrados juntos, por suerte sus hermanos se salvaron del incendio provocado por un traicionero brasero que ese día quiso calentar demasiado.
En el día de muertos del año siguiente, México contará con un nuevo participante.